Creo que he aburrido a todo el mundo durante demasiado tiempo con el tema de la dominación anglófona (que es dominación discursiva, antes que nada), y yo mismo quizás me he cansado de estar en las trincheras. Haciendome viejo me estoy volviendo pesimista sobre lo que se pueda hacer para cambiar realmente todo esto. El último golpetazo me lo procuró la antología Defining digital humanities. No se equivoquen queridos amigos y amigas, no quiero criticar el producto: es un trabajo excelente y además muy útil.
Sin embargo, una simple ojeada al índice me ha causado un ataque de depresión. Es triste constatar que, a pesar de que entre autores y coordinadores se encuentren personas sensibles al tema de las genealogías multilaterales de las HD (y de su carácter poligenético), entre las veinte y tantas contribuciones apenas se encuentran dos o tres procedentes de colegas que trabajaron en contextos lejos de las universidades de EE.UU y Reino Unido.
Sorprendidos, ¿verdad?
¿Cuál es el resultado? Lo de siempre: una representación monocultural y universalista (que es mucho más arriesgado) de las humanidades digitales. Me pregunto: ¿es esta la historia de las HD? ¿Donde están los Jean-Claude Gardin, Tito Orlandi, Manfred Thaller, o el mismo Padre Busa, por ejemplo?
Ya sé que se me responderá que el objetivo de ese trabajo no era hacer una historia de la HD. Pero entonces que alguien me explique por qué estos libros siempre empiezan hablando de “digital humanities” en el contexto “mundial” (ver el sitio web de la editorial: “There are now hundreds of Digital Humanities centres worldwide…”), y luego resulta que su mundo es muy pequeño. ¿No queréis hablar de la historia? Vale, pero ¿en donde se habla de lo que se está haciendo ahora en la India, en México, Argentina, China o Japón? ¿Habría sido tan difícil incluir breves resúmenes de proyectos, recursos, ideas y visiones procedentes de “otros” mundos? ¿Acaso nosotros – el mundo al fin del mundo – cuando compilamos antologías de – pongamos por caso- literatura digital hacemos lo mismo? No me lo parece (ved por ejemplo unas de las primeras que se publicaron en España: M.J. Vega, (ed.),Literatura hipertextual y Teoría Literaria, Madrid, Mare Nostrum, 2004).
Todos los autores de la antología de Ashgate son muy conocidos, pero ¿de verdad sus ideas, proyectos, idiomas, etc. representan las humanidades digitales de hoy? Me permito dudarlo. “Defining digital humanities”, como muchos libros que se han sacado últimamente, pretende representar las humanidades digitales como si fueran un monolito engendrado por las diez instituciones del mundo que más poder y fondos tienen (y tuvieron) en los últimos diez o veinte años. Me parece muy bien que lo hagan, pero que nos cuenten las cosas como son. Yo sugeriría cambiar el título en: Defining Digital Humanities in Our First Class World. Eso sería mucho más honesto.
Estas mismas instituciones no paran de decirnos cómo se debería escribir un artículo, una propuesta para una conferencia, un “grant”, un proyecto de investigación, etc. Ved lo que pasa cuando hacemos una “submission” a la conferencia DH (lo ha explicado bien Marin Dacos). Demasiadas veces se descarta lo que no es conforme a los modelos anglófonos. Acabamos de concluir las entrevistas de los candidatos a las becas Marie Curie del proyecto DiXiT, y vari@s de los que llegaron primer@s en las “short list”, es decir, que tenían mejor currículum, fueron descartados quizá por no dominar suficientemente bien el inglés. Todo normal: estas son becas “internacionales”. Entonces, ¿ya es el inglés el idioma oficial de la investigación en Europa?
En fin, opino que mucho de lo que está ocurriendo en el “mundo” de las HD es una grave distorsión y manipulación histórica, retórica y cultural. Estoy muy preocupado porque el descuido por la diversidad nunca ha sido una peculiaridad de las humanidades, y ahora es exactamente lo que está ocurriendo. Este descuido no creo que sea calculado o voluntario, y sin embargo se suma a otros movimientos globales, muchos más graves de los que estamos discutiendo aquí (ver cita abajo).
No cabe duda que la contribución del mundo anglófono es fundamental. Pero no se puede aceptar que cuando todo el mundo habla de HD incluya siempre en la historia a ellos, y cuando ellos escriben la historia solo se incluyan a ellos mismos. Tampoco se puede aceptar que la investigación hable solo inglés. Comunicar en inglés entre nosotros es necesario, y divulgar los resultados científicos en este idioma es quizás ya algo imprescindible. Pero comunicar, difundir y transmitir es un asunto, investigar es otro. Los objetos culturales no pueden ser investigados e interpretados solo en un idioma y a través de una sola estructura retórico-expresiva. Esto sería un gran peligro para la diversidad (bio)cultural.
Acabamos de concluir unos de los capítulos finales de nuestro libro The Digital Humanist. A Critical Inquiry (llevamos más de tres años intentando sacarlo a la luz… sin éxito), y estoy trabajando sobre el tema del “biocultural diversity”. Esta cita viene muy bien para concluir:
“Instead, a lowering of both cultural and biological diversity has been found to correlate with the development of complex, stratified and densely populated societies and of far-reaching economic powers. (…) From ancient empires to today’s globalized economy, these complex social systems have spread and expanded well beyond the confines of local ecosystems, exploiting and draining natural resources on a large scale and imposing cultural assimilation and the homogenization of cultural diversity.”
(Luisa Maffi (2010), “What is Biocultural Diversity?”. In Luisa Maffi and Ellen Woodley (eds.), Biocultural Diversity Conservation. A Global Sourcebook. Washington and London, Earthscan, p. 8).